Un lugar enorme
Desde hace varios años, la mirada oblicua, esa que permite observar atentamente hacia abajo, ha constituido el punto de vista predilecto de Julia Levstein. Sin embargo, este enfoque no lo aplica a cualquier espacio o contexto, sino que es un gesto que ejerce específicamente al recorrer las ciudades. Este proyecto agrupa sus obras más recientes, concebidas entre dos urbes: Rosario, Santa Fe, y Ciudad de México. Se trata de conglomerados urbanos que, por diversas circunstancias, ha tenido que descubrir en su papel de caminante recién llegada.
Estos entornos, considerados como acontecimientos en sí mismos, delinean dos premisas fundamentales de la exposición: las veredas identificadas como un lugar enorme para explorar y entregarse a una deriva estética, y la observación de las marcas urbanas y los desgastes causados por el uso, en conjunción intrínseca con la práctica de caminar. En esta superposición de marcas, huellas y repintes, un objeto se cuela entre las cosas perdidas del espacio urbano: las llaves. Si en trabajos anteriores estos objetos aparecían anudados, en esta ocasión, se presentan en contacto, enlazadas, armando algún tipo de recorrido cartográfico y simbólico. Las llaves evidencian el movimiento de las caminatas, el estado de tránsito. En este sentido, son un elemento umbral en lo urbano, que marca una dimensión simbólica de los espacios, el acceso a lo oculto, la conexión entre lo público y lo privado.
En este proyecto la artista introduce una perspectiva plural y profundamente significativa sobre las caminatas urbanas. En diversos estudios e investigaciones la acción y el gesto de caminar han sido tradicionalmente asociados a figuras masculinas como el caminante solitario, el peregrino o el deambulante flâneur, aquí la propuesta se transforma en femenino y plural: las caminantes. En el marco de este proyecto, un solo par de pies no resulta suficiente para la observación exhaustiva de algunas piezas. La publicación sobre el piso es a la vez catálogo de diseños aleatorios urbanos y una gramática sobre veredas actuales, así como también la evidencia de la erosión de las veredas producida por la fuerza imperceptible pero constante de cada pisada. Esa misma multiplicación como acto colectivo es imprescindible para “hojear” cada una de las páginas.
Para Julia, tales acciones son siempre colectivas, y en última instancia, representan el método que encontró para explorar y aprehender cada nueva ciudad. La incorporación del plural, el concepto de "las caminantes", se extiende también a la idea de colección. Caminar, para Levstein, es intrínsecamente una forma de recolectar: impresiones, fragmentos visuales o texturas de la ciudad. El interés por las prácticas editoriales que se vinculan a la edición-selección y al recorrido-colección está presente no solo como concepto, sino como objeto y práctica tangible en varias piezas. Un block de hojas, por ejemplo, se convierte en un compendio de dibujos desplegados en el espacio, que termina por enunciar una frase que resulta ser una llave, también en su sentido de “clave de acceso”, que exhibe su propia cualidad intrínseca: un cuaderno, así como la ciudad, puede ser un lugar enorme.
Aquello que usualmente se ve como una acumulación en pequeñas pilas de papel con un espesor compacto, es aquí un plano desplegado por fragmentos de ciudades, revelando la vastedad latente en lo que parece pequeño. La publicación, al igual que un libro, es concebida como un espacio que se transita, que se recorre, al igual que se camina por una ciudad. En esta propuesta, el espacio del libro y de la obra se extiende físicamente en el calco de veredas o las huellas en el cemento, presentadas como marcas, recortes y fragmentos tangibles del espacio urbano. A través de estas colecciones de veredas, que muestran la singularidad de cada espacio urbano, se revela una experiencia de lectura y una manera de transitar que confluyen en la aparición de una nueva figura, la de las caminantes.
Clarisa Appendino
Curaduría de Clarisa Appendino
30 DE JULIO 2025 - 30 DE SEPTIEMBRE 2025
Un lugar enorme
Desde hace varios años, la mirada oblicua, esa que permite observar atentamente hacia abajo, ha constituido el punto de vista predilecto de Julia Levstein. Sin embargo, este enfoque no lo aplica a cualquier espacio o contexto, sino que es un gesto que ejerce específicamente al recorrer las ciudades. Este proyecto agrupa sus obras más recientes, concebidas entre dos urbes: Rosario, Santa Fe, y Ciudad de México. Se trata de conglomerados urbanos que, por diversas circunstancias, ha tenido que descubrir en su papel de caminante recién llegada.
Estos entornos, considerados como acontecimientos en sí mismos, delinean dos premisas fundamentales de la exposición: las veredas identificadas como un lugar enorme para explorar y entregarse a una deriva estética, y la observación de las marcas urbanas y los desgastes causados por el uso, en conjunción intrínseca con la práctica de caminar. En esta superposición de marcas, huellas y repintes, un objeto se cuela entre las cosas perdidas del espacio urbano: las llaves. Si en trabajos anteriores estos objetos aparecían anudados, en esta ocasión, se presentan en contacto, enlazadas, armando algún tipo de recorrido cartográfico y simbólico. Las llaves evidencian el movimiento de las caminatas, el estado de tránsito. En este sentido, son un elemento umbral en lo urbano, que marca una dimensión simbólica de los espacios, el acceso a lo oculto, la conexión entre lo público y lo privado.
En este proyecto la artista introduce una perspectiva plural y profundamente significativa sobre las caminatas urbanas. En diversos estudios e investigaciones la acción y el gesto de caminar han sido tradicionalmente asociados a figuras masculinas como el caminante solitario, el peregrino o el deambulante flâneur, aquí la propuesta se transforma en femenino y plural: las caminantes. En el marco de este proyecto, un solo par de pies no resulta suficiente para la observación exhaustiva de algunas piezas. La publicación sobre el piso es a la vez catálogo de diseños aleatorios urbanos y una gramática sobre veredas actuales, así como también la evidencia de la erosión de las veredas producida por la fuerza imperceptible pero constante de cada pisada. Esa misma multiplicación como acto colectivo es imprescindible para “hojear” cada una de las páginas.
Para Julia, tales acciones son siempre colectivas, y en última instancia, representan el método que encontró para explorar y aprehender cada nueva ciudad. La incorporación del plural, el concepto de "las caminantes", se extiende también a la idea de colección. Caminar, para Levstein, es intrínsecamente una forma de recolectar: impresiones, fragmentos visuales o texturas de la ciudad. El interés por las prácticas editoriales que se vinculan a la edición-selección y al recorrido-colección está presente no solo como concepto, sino como objeto y práctica tangible en varias piezas. Un block de hojas, por ejemplo, se convierte en un compendio de dibujos desplegados en el espacio, que termina por enunciar una frase que resulta ser una llave, también en su sentido de “clave de acceso”, que exhibe su propia cualidad intrínseca: un cuaderno, así como la ciudad, puede ser un lugar enorme.
Aquello que usualmente se ve como una acumulación en pequeñas pilas de papel con un espesor compacto, es aquí un plano desplegado por fragmentos de ciudades, revelando la vastedad latente en lo que parece pequeño. La publicación, al igual que un libro, es concebida como un espacio que se transita, que se recorre, al igual que se camina por una ciudad. En esta propuesta, el espacio del libro y de la obra se extiende físicamente en el calco de veredas o las huellas en el cemento, presentadas como marcas, recortes y fragmentos tangibles del espacio urbano. A través de estas colecciones de veredas, que muestran la singularidad de cada espacio urbano, se revela una experiencia de lectura y una manera de transitar que confluyen en la aparición de una nueva figura, la de las caminantes.
Clarisa Appendino