Créase o no, hubo un tiempo sin internet, teléfonos celulares y redes (a)sociales. El rock significaba mirar el mundo diferente a los adultos. Era dejar de ser niñx. Y en esa experiencia se fundían las fantasías y los mitos de ese arte que se atrevía a ser, casi, una opción vital. Jugar a ser estrella de rock. Juego inocente y espectacular, de descubrimiento del cuerpo y despertar del deseo.
Y justamente es en el juego donde la experiencia se torna real, donde lo lúdico permite ser Otro. El Otro: actor principal y vector en la toma de decisiones que permitirá llevar a buen puerto el triunfo. Como en el arte, y principalmente en el rock, el artista es ese Héroe fantasmagórico e invulnerable, ese líder que dirigirá la experiencia –en este caso colectiva- musical en infinitos procesos sonoros-letrísticos-estéticos; y que, como en los juegos infantiles, su resolución será siempre y necesariamente triunfal.
En PLAY, la nueva muestra de Nacho Marciano, se plantean, al menos, dos cuestiones. Primero, una mirada melancólica y amorosa que pone en primer plano cuánto hay de lúdico en el acercamiento a este formato artístico que hoy es casi una curiosidad antropológica. Porque ese mundo que nos proponía, casi ingenuamente, la felicidad universal terminó siendo, como las obras, de cartón. En este segundo punto, la mirada se torna agridulce. Ácida, corrosiva. Marciano mismo, actor principal del género, ensaya con un tono no exento de humor burlón, aquello que el mismo vivió y experimentó como pocos. En su caso el juego se transformó en realidad. Del espejo a la radio, a la televisión, a los camarines, a los excesos, a las luces, a MTV. Desde el interior del rock hacia afuera, el juego nuevamente se pone en marcha: pero la brillantina muta en cartón pintado. Hay guitarras, sintetizadores, camarines, botellas de whiskies, listados de canciones, remeras, vestuarios. Formas precarias y frágiles, perecederas. Casi como decir adiós y hasta siempre.
Roberto Papateodosio
Play
Nacho Marciano
Curaduría Roberto Papateodosio
25 DE AGOSTO 2023 - 11 DE OCTUBRE 2023
Créase o no, hubo un tiempo sin internet, teléfonos celulares y redes (a)sociales. El rock significaba mirar el mundo diferente a los adultos. Era dejar de ser niñx. Y en esa experiencia se fundían las fantasías y los mitos de ese arte que se atrevía a ser, casi, una opción vital. Jugar a ser estrella de rock. Juego inocente y espectacular, de descubrimiento del cuerpo y despertar del deseo.
Y justamente es en el juego donde la experiencia se torna real, donde lo lúdico permite ser Otro. El Otro: actor principal y vector en la toma de decisiones que permitirá llevar a buen puerto el triunfo. Como en el arte, y principalmente en el rock, el artista es ese Héroe fantasmagórico e invulnerable, ese líder que dirigirá la experiencia –en este caso colectiva- musical en infinitos procesos sonoros-letrísticos-estéticos; y que, como en los juegos infantiles, su resolución será siempre y necesariamente triunfal.
En PLAY, la nueva muestra de Nacho Marciano, se plantean, al menos, dos cuestiones. Primero, una mirada melancólica y amorosa que pone en primer plano cuánto hay de lúdico en el acercamiento a este formato artístico que hoy es casi una curiosidad antropológica. Porque ese mundo que nos proponía, casi ingenuamente, la felicidad universal terminó siendo, como las obras, de cartón. En este segundo punto, la mirada se torna agridulce. Ácida, corrosiva. Marciano mismo, actor principal del género, ensaya con un tono no exento de humor burlón, aquello que el mismo vivió y experimentó como pocos. En su caso el juego se transformó en realidad. Del espejo a la radio, a la televisión, a los camarines, a los excesos, a las luces, a MTV. Desde el interior del rock hacia afuera, el juego nuevamente se pone en marcha: pero la brillantina muta en cartón pintado. Hay guitarras, sintetizadores, camarines, botellas de whiskies, listados de canciones, remeras, vestuarios. Formas precarias y frágiles, perecederas. Casi como decir adiós y hasta siempre.
Roberto Papateodosio