Detritus in white
Por Laila Calantzopoulos
La historia personal está llena de pliegues. Arrugas que esconden recuerdos esquivos pero recurrentes. Nadie escapa del propio linaje porque el pasado retorna continuamente, en la forma de una presencia ineludible o de un enigma indescifrable. Frente a la insistencia de la genealogía, hay quienes deciden escapar. Otrxs se pierden en el laberinto de la subjetividad, mientras que algunxs ejercen la tarea de la reparación. Allí, se encuentra Dane Palmieri.
Detritus in white es una crónica sobre la identidad. La instalación funciona como un proceso vincular entre elementos que componen un sistema de recuperación de la memoria. Cada fragmento revela un segmento de tiempo de un largo ejercicio de restauración de una herida particular. En su obra, la anécdota deviene en telón de fondo que inviste de sentido al conjunto de objetos que simulan una distancia impersonal. En plena tensión entre lo público y lo privado, los fragmentos de arquitectura clásica nos enfrentan a la intimidad de su propio álbum familiar. Detrás del blanco de las molduras se contiene el vestigio de un cuerpo que busca ser reconstruido.
Hijo de una escultora e investigadora de los ornamentos arquitectónicos clásicos y de un vendedor de productos industriales, la infancia de Palmieri transcurre entre moldes y copias de arquitrabes, volutas, frisos y contenedores meticulosamente ordenados con tornillos, sujetadores y caños. Repentinamente pierde a su madre y al hogar de su infancia. El banco embarga su casa y no le concede el tiempo necesario para proteger y resguardar toda una vida de pertenencias.
Hoy, su obra es un ejercicio de reconstrucción: cada objeto es el producto de los escasos moldes que heredó. Cinco recreaciones cuelgan impolutas en la pared, a la manera de objetos de museo, dentro de cajas transparentes. Las acompañan cinco canastos que contienen un cúmulo de fragmentos pacientemente desorganizados. Como el peso de la ascendencia familiar, las matrices originarias descansan sobre nuestra cabeza, apenas ocultas en las cestas superiores, al resguardo de la amenaza de una nueva pérdida.
El artista configura una maquinaria reparadora con el único deseo de reproducir de manera incansable las piezas extraviadas. En un acto de cicatrización, las trae nuevamente al presente. Hijas de la matriz de su madre, cada reproducción invoca una gimnasia para la comprensión de lo que pervive en el presente de aquel legado familiar. Al igual que los retratos de un mismo clan, ninguna pieza es igual a otra.
Frente a un pasado emotivo y caótico Dane Palmieri invoca el oficio del control y exacerba una exigencia de cuidado como tensión, como instrucción, como orden, como vigilancia. La delicadeza de la instalación demanda inmovilidad: no mires, no toques, no hables: el proceso de reconstrucción exige una entrega incondicional.
Texto por Laila Calanztpoulos
Detritus in white
Por Laila Calantzopoulos
La historia personal está llena de pliegues. Arrugas que esconden recuerdos esquivos pero recurrentes. Nadie escapa del propio linaje porque el pasado retorna continuamente, en la forma de una presencia ineludible o de un enigma indescifrable. Frente a la insistencia de la genealogía, hay quienes deciden escapar. Otrxs se pierden en el laberinto de la subjetividad, mientras que algunxs ejercen la tarea de la reparación. Allí, se encuentra Dane Palmieri.
Detritus in white es una crónica sobre la identidad. La instalación funciona como un proceso vincular entre elementos que componen un sistema de recuperación de la memoria. Cada fragmento revela un segmento de tiempo de un largo ejercicio de restauración de una herida particular. En su obra, la anécdota deviene en telón de fondo que inviste de sentido al conjunto de objetos que simulan una distancia impersonal. En plena tensión entre lo público y lo privado, los fragmentos de arquitectura clásica nos enfrentan a la intimidad de su propio álbum familiar. Detrás del blanco de las molduras se contiene el vestigio de un cuerpo que busca ser reconstruido.
Hijo de una escultora e investigadora de los ornamentos arquitectónicos clásicos y de un vendedor de productos industriales, la infancia de Palmieri transcurre entre moldes y copias de arquitrabes, volutas, frisos y contenedores meticulosamente ordenados con tornillos, sujetadores y caños. Repentinamente pierde a su madre y al hogar de su infancia. El banco embarga su casa y no le concede el tiempo necesario para proteger y resguardar toda una vida de pertenencias.
Hoy, su obra es un ejercicio de reconstrucción: cada objeto es el producto de los escasos moldes que heredó. Cinco recreaciones cuelgan impolutas en la pared, a la manera de objetos de museo, dentro de cajas transparentes. Las acompañan cinco canastos que contienen un cúmulo de fragmentos pacientemente desorganizados. Como el peso de la ascendencia familiar, las matrices originarias descansan sobre nuestra cabeza, apenas ocultas en las cestas superiores, al resguardo de la amenaza de una nueva pérdida.
El artista configura una maquinaria reparadora con el único deseo de reproducir de manera incansable las piezas extraviadas. En un acto de cicatrización, las trae nuevamente al presente. Hijas de la matriz de su madre, cada reproducción invoca una gimnasia para la comprensión de lo que pervive en el presente de aquel legado familiar. Al igual que los retratos de un mismo clan, ninguna pieza es igual a otra.
Frente a un pasado emotivo y caótico Dane Palmieri invoca el oficio del control y exacerba una exigencia de cuidado como tensión, como instrucción, como orden, como vigilancia. La delicadeza de la instalación demanda inmovilidad: no mires, no toques, no hables: el proceso de reconstrucción exige una entrega incondicional.
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