Texto de sala
por Merlina Rañi
Atravesar con filo tanto al material como al tema, siempre fue el placer y medio de Iván Enquin, una operación estética que empieza en la superficie de la piel, y rápidamente alcanza una profundidad visceral y desconocida.
Desde sus primeros calados, a la obra instalativa con stretch film, pasando por su trabajo con remanentes, el eje se ubica en la negación o fragmentación de la imagen, lo que denota su afán por conectarse con aquello que no muestra lo que pretende ser explícito.
Su composición pone en tensión signos extremos, a primera vista opuestos, y la obra acaba por ser una especie de prueba estética que demuestra lo contrario. El trabajo con patrones islámicos y pornografía, abre una reflexión que puede tomarse de distintos ángulos, pero que sin duda trabaja sobre la manipulación de la figura femenina.
Con Kaaba se activa un sistema de relaciones que se sustenta en la transposición de un símbolo: la Kaaba es el centro canónico del mundo islámico, un templo de granito negro al cual dirigen su intención. Traer su imagen, trasponerla, trasvestirla, son algunas de las operaciones que se ponen en escena, así como aludir a la conexión trascendental que distintas culturas establecen a través de lo matérico y objetual - dígase fetiche, amuleto, templo.
Opuesta a la producción, la obra busca seducir al sujeto desde una fuerza estética concreta, para introducirlo en la experiencia de habitar un símbolo que ha sido desplazado geográfica y culturalmente.
Los materiales que la constituyen, proponen los contornos de una fantasía a la que únicamente un cuerpo puede dar vida, su precariedad refuerza el foco en el sistema de relaciones, siendo el objeto un simple servidor de este fin. Así el cubo ofrece una contención para la experiencia, y ésta un misterio que sólo uno puede develarse a sí mismo.
23 DE MARZO - 6 DE MAYO 2017
Curaduría: Merlina Rañi.
Texto de sala
por Merlina Rañi
Atravesar con filo tanto al material como al tema, siempre fue el placer y medio de Iván Enquin, una operación estética que empieza en la superficie de la piel, y rápidamente alcanza una profundidad visceral y desconocida.
Desde sus primeros calados, a la obra instalativa con stretch film, pasando por su trabajo con remanentes, el eje se ubica en la negación o fragmentación de la imagen, lo que denota su afán por conectarse con aquello que no muestra lo que pretende ser explícito.
Su composición pone en tensión signos extremos, a primera vista opuestos, y la obra acaba por ser una especie de prueba estética que demuestra lo contrario. El trabajo con patrones islámicos y pornografía, abre una reflexión que puede tomarse de distintos ángulos, pero que sin duda trabaja sobre la manipulación de la figura femenina.
Con Kaaba se activa un sistema de relaciones que se sustenta en la transposición de un símbolo: la Kaaba es el centro canónico del mundo islámico, un templo de granito negro al cual dirigen su intención. Traer su imagen, trasponerla, trasvestirla, son algunas de las operaciones que se ponen en escena, así como aludir a la conexión trascendental que distintas culturas establecen a través de lo matérico y objetual - dígase fetiche, amuleto, templo.
Opuesta a la producción, la obra busca seducir al sujeto desde una fuerza estética concreta, para introducirlo en la experiencia de habitar un símbolo que ha sido desplazado geográfica y culturalmente.
Los materiales que la constituyen, proponen los contornos de una fantasía a la que únicamente un cuerpo puede dar vida, su precariedad refuerza el foco en el sistema de relaciones, siendo el objeto un simple servidor de este fin. Así el cubo ofrece una contención para la experiencia, y ésta un misterio que sólo uno puede develarse a sí mismo.
↑ Volver arriba ↑
↑ Volver arriba ↑