El ojo en la boca
por Irene Gelfman
Vivimos rodeadxs de imágenes que estimulan nuestra imaginación -ya sea por medio de la memoria o por la anticipación-, pero cuando nos enfrentamos a ellas no podemos dejar de preguntarnos: ¿dónde está ese otro modo de vida alternativo? El ojo en la boca nos obliga a asumir que estamos atrapadxs en imágenes, envueltxs de una visualidad enferma que nos tienta a morir de iconicidad. Actuamos como personajes de Beckett en una eterna y absurda espera de una felicidad prometida que nunca llega. Estamos desposeídxs de poder de acción y nada nos pertenece.
Pabli Stein trabaja con imágenes pertenecientes al mundo de la publicidad y la moda. Un lenguaje compuesto de palabras e imágenes que nos atrapa donde quiera que vayamos, donde quiera que leamos, donde quiera que estemos. Son representaciones cargadas de una mirada hedonista, con un afán por convertir cada sesión fotográfica en una incitación a la alegría, al sexo y al consumo de bienes de lujo. Una celebración del exceso. El artista es consciente de esta maquinaría y juega con ella de manera desprejuiciada, atrevida y desfachatada.
Una característica de la estética de Stein es arrojarse -sin miedo a los prejuicios- a trabajar con la perversidad del lujo presente en las imágenes que selecciona, donde las modelos ocupan el lugar de las diosas y musas de los cuadros renacentistas para convertirse en íconos paganos de una cultura de consumo y saturación. Sus obras evidencian la felicidad efímera del consumo y nos enfrentan a un universo donde menos no es más. Pabli Stein produce a partir de lo ya producido, resignificando los signos existentes e ingresándolos a nuevos espacios: de la pasarela y las revistas al mundo del arte contemporáneo. Hoy las cosas ya no son claras. Así como la publicidad utilizó las estrategias discursivas de la pintura al óleo europea, el arte incorporó, con su gran poder de fagocitación, al mundo de la moda. Vivimos en un nuevo modelo de hibridación, somos testigos de una época en la que se han roto las fronteras entre lo cultural y lo comercial. Y si bien nadie puede negar que el capitalismo produce horror, también tiene la habilidad de producir cosas bellas.
El ojo en la boca pone el acento en un tópico en boga, Stein nos enfrenta al gesto de tomar las imágenes que están a disposición de todxs y apropiarse de ellas para, en esa multiplicación y manipulación, concederles a cada una el valor de un original. La clave está en su mirada, en su selección, y en ese encuentro fortuito entre la imagen publicitaría y su ojo. El azar entra en juego en el proceso creativo. Stein recorta, interviene y confecciona. Su gesto reside en las sutilezas, en velar con pequeños dripping de pintura, aerosol, capas de material, brillantina y recortes mínimos. Cada imagen con la que trabaja el artista, de por sí, está cargada de deseo, pero un deseo que ahora tiene una doble distancia por la imposibilidad de la concreción de esa promesa de felicidad y por la veladura que el artista coloca. La propuesta reside en mirar lo que queda visible, convocando lo que ha desaparecido, examinando los rastros, las huellas que el artista deja en ese (mismo) acto de ocultar.
Irene Gelfman
07 DE SEPTIEMBRE 2021 - 05 DE NOVIEMBRE 2021
El ojo en la boca
por Irene Gelfman
Vivimos rodeadxs de imágenes que estimulan nuestra imaginación -ya sea por medio de la memoria o por la anticipación-, pero cuando nos enfrentamos a ellas no podemos dejar de preguntarnos: ¿dónde está ese otro modo de vida alternativo? El ojo en la boca nos obliga a asumir que estamos atrapadxs en imágenes, envueltxs de una visualidad enferma que nos tienta a morir de iconicidad. Actuamos como personajes de Beckett en una eterna y absurda espera de una felicidad prometida que nunca llega. Estamos desposeídxs de poder de acción y nada nos pertenece.
Pabli Stein trabaja con imágenes pertenecientes al mundo de la publicidad y la moda. Un lenguaje compuesto de palabras e imágenes que nos atrapa donde quiera que vayamos, donde quiera que leamos, donde quiera que estemos. Son representaciones cargadas de una mirada hedonista, con un afán por convertir cada sesión fotográfica en una incitación a la alegría, al sexo y al consumo de bienes de lujo. Una celebración del exceso. El artista es consciente de esta maquinaría y juega con ella de manera desprejuiciada, atrevida y desfachatada.
Una característica de la estética de Stein es arrojarse -sin miedo a los prejuicios- a trabajar con la perversidad del lujo presente en las imágenes que selecciona, donde las modelos ocupan el lugar de las diosas y musas de los cuadros renacentistas para convertirse en íconos paganos de una cultura de consumo y saturación. Sus obras evidencian la felicidad efímera del consumo y nos enfrentan a un universo donde menos no es más. Pabli Stein produce a partir de lo ya producido, resignificando los signos existentes e ingresándolos a nuevos espacios: de la pasarela y las revistas al mundo del arte contemporáneo. Hoy las cosas ya no son claras. Así como la publicidad utilizó las estrategias discursivas de la pintura al óleo europea, el arte incorporó, con su gran poder de fagocitación, al mundo de la moda. Vivimos en un nuevo modelo de hibridación, somos testigos de una época en la que se han roto las fronteras entre lo cultural y lo comercial. Y si bien nadie puede negar que el capitalismo produce horror, también tiene la habilidad de producir cosas bellas.
El ojo en la boca pone el acento en un tópico en boga, Stein nos enfrenta al gesto de tomar las imágenes que están a disposición de todxs y apropiarse de ellas para, en esa multiplicación y manipulación, concederles a cada una el valor de un original. La clave está en su mirada, en su selección, y en ese encuentro fortuito entre la imagen publicitaría y su ojo. El azar entra en juego en el proceso creativo. Stein recorta, interviene y confecciona. Su gesto reside en las sutilezas, en velar con pequeños dripping de pintura, aerosol, capas de material, brillantina y recortes mínimos. Cada imagen con la que trabaja el artista, de por sí, está cargada de deseo, pero un deseo que ahora tiene una doble distancia por la imposibilidad de la concreción de esa promesa de felicidad y por la veladura que el artista coloca. La propuesta reside en mirar lo que queda visible, convocando lo que ha desaparecido, examinando los rastros, las huellas que el artista deja en ese (mismo) acto de ocultar.
Irene Gelfman